Todas las culturas a lo largo de la historia de la humanidad, han elaborado una concepción del mundo a base de mitos, que a su vez están íntimamente relacionados con la religión.
Este cercano vínculo entre religión y mitología, desestimado por muchos, ha sido comprendido y valorado por el gran antropólogo británico, James Frazer, en su conocida obra La rama dorada.
Los mitos, para las culturas aborígenes son parte de su historia sagrada. Vendrían a ser lo que para un cristiano representa a la Biblia o para un musulmán El Corán.
En ellos se encuentran principios que gobiernan la conducta, la fe y la moralidad de las personas.
Estos mitos, que existen en toda cultura milenaria, no representan una mera ficción, sino que se entienden generalmente como una realidad viviente, algo que realmente ha ocurrido alguna vez, en los albores de la civilización.
Aquí, por más que a más de uno no le guste, vemos que los mitos no se diferencian mucho de las religiones organizadas.
Generalmente estos mitos, están constituidos por historias que narran acontecimientos que van dando respuestas a interrogantes clásicos y perennes, como ser: sobre el origen del universo, cuando y como se creó, quien participó en su diseño, como suceden los fenómenos de la naturaleza, cual es el propósito del hombre en la tierra y cuál es su destino.
Luego también es común encontrar historias, en forma de fábulas, leyendas o parábolas que intentan principalmente transmitir ciertos principios morales, enfatizar preceptos, o comunicar útiles consejos para la vida cotidiana
Al ver la estrecha relación que existe entre mito y religión, es oportuno ponernos a desentrañar que entendemos por esta última.
Realmente encuentro interesante y aplicable al caso, la distinción entre religión exotérica (o externa) y la religión esotérica (u oculta), que realiza el reconocido filósofo contemporáneo, Ken Wilber, en el libro Psicoterapia y espiritualidad:
La exotérica o externa, según Wilber, es una religión que cree ciegamente en el mito, tremendamente literal: el cristiano que haga una interpretación exotérica de la Biblia, creerá por ejemplo que Jesús nació de una virgen, que Moisés separó las aguas del mar rojo, que el mundo se creó en seis días, que Eva salió de una costilla de Adán o que un día llovió maná del cielo.
Los hindúes, por su parte creerán que la tierra descansa sobre la espalda de un elefante, y este a su vez se apoya en una tortuga que reposa sobre una serpiente, también creerán que Krishna hizo el amor con diez mil pastorcillas, o que Brahma brotó de una grieta en un huevo cósmico.
Las distintas religiones del mundo desde un punto de vista exotérico difieren mucho entre si, cada una con sus propios mitos. En cambio si se las ve del lado esotérico vemos un acuerdo en varios puntos; como por ejemplo en la naturaleza del alma, del espíritu y de la identidad suprema. Esto es lo que los eruditos denominan la unidad trascendente de las religiones del mundo, es decir, el núcleo esotérico que las unifica.
Lo cierto es que cada uno es muy libre de interpretar los mitos como le plazca, por ejemplo, como hace Joseph Campbell (con quién estoy de acuerdo), entender a los mitos como metáforas o alegorías de verdades trascendentes. Por ejemplo, interpretar el nacimiento virginal de Cristo como sinónimo de pureza; que Jesús obraba desde su verdadero Yo.
Pero el problema es que muchos de quienes creen ciegamente en los mitos, no suelen admitirlo así, y esto provoca las divisiones y conflictos religiosos ya conocidos. Cada uno cree ciegamente en su mito, en SU verdad.
Pero por otro lado, la creencia ciega literal del mito, muchas veces chocará de bruces con nuestra mente racional. Esta rechinará ante la mera mención de un posible nacimiento virginal por poner un ejemplo. No hay que ser adivino para imaginar la cara del marido, cuya mujer embarazada, le dijera: “Mi amor, estoy embarazada, pero no te preocupes, no me he acostado con ningún otro hombre. El verdadero padre de mi hijo es el espíritu santo.”
Sin embargo, muchas religiones, y desde sus mismas cúpulas intentan seguir manteniendo con uñas y dientes el mito literal, fomentando así las divisiones.
En si los mitos son importantes y no tienen nada de malo, el problema es la férrea aceptación del mismo de manera literal como verdad única, suprema e inviolable.
Distinto se da cuando un místico enfrenta a un mito. Este le dará un significado esotérico que no dependerá de un sistema de creencias externas, sino que su interpretación partirá de la sabiduría y de la experiencia directa y contemplativa de su ser.
Son justamente los místicos quienes sostienen que la esencia de su religión es en base, idéntica a cualquier otra religión mística, que recibe muchos nombres pero en realidad, todo es UNO.
Si bien los indios hopi tienen un sistema de mitos y leyendas y alrededor de ellos gira su sentir espiritual; podemos decir que son verdaderos místicos en su cosmovisión religiosa, ya que lo hacen desde un punto de vista holístico y no sectario y divisivo. Con un profundo respeto a las demás religiones, al ser y a la naturaleza.
El ser humano es UNO, más allá de diferencias o discrepancias de color o de credo.
Algún día...tal vez..........lleguemos a comprenderlo.
Este cercano vínculo entre religión y mitología, desestimado por muchos, ha sido comprendido y valorado por el gran antropólogo británico, James Frazer, en su conocida obra La rama dorada.
Los mitos, para las culturas aborígenes son parte de su historia sagrada. Vendrían a ser lo que para un cristiano representa a la Biblia o para un musulmán El Corán.
En ellos se encuentran principios que gobiernan la conducta, la fe y la moralidad de las personas.
Estos mitos, que existen en toda cultura milenaria, no representan una mera ficción, sino que se entienden generalmente como una realidad viviente, algo que realmente ha ocurrido alguna vez, en los albores de la civilización.
Aquí, por más que a más de uno no le guste, vemos que los mitos no se diferencian mucho de las religiones organizadas.
Generalmente estos mitos, están constituidos por historias que narran acontecimientos que van dando respuestas a interrogantes clásicos y perennes, como ser: sobre el origen del universo, cuando y como se creó, quien participó en su diseño, como suceden los fenómenos de la naturaleza, cual es el propósito del hombre en la tierra y cuál es su destino.
Luego también es común encontrar historias, en forma de fábulas, leyendas o parábolas que intentan principalmente transmitir ciertos principios morales, enfatizar preceptos, o comunicar útiles consejos para la vida cotidiana
Al ver la estrecha relación que existe entre mito y religión, es oportuno ponernos a desentrañar que entendemos por esta última.
Realmente encuentro interesante y aplicable al caso, la distinción entre religión exotérica (o externa) y la religión esotérica (u oculta), que realiza el reconocido filósofo contemporáneo, Ken Wilber, en el libro Psicoterapia y espiritualidad:
La exotérica o externa, según Wilber, es una religión que cree ciegamente en el mito, tremendamente literal: el cristiano que haga una interpretación exotérica de la Biblia, creerá por ejemplo que Jesús nació de una virgen, que Moisés separó las aguas del mar rojo, que el mundo se creó en seis días, que Eva salió de una costilla de Adán o que un día llovió maná del cielo.
Los hindúes, por su parte creerán que la tierra descansa sobre la espalda de un elefante, y este a su vez se apoya en una tortuga que reposa sobre una serpiente, también creerán que Krishna hizo el amor con diez mil pastorcillas, o que Brahma brotó de una grieta en un huevo cósmico.
La religión esotérica en cambio, no te pedirá que tengas fe ciega en nada o que te sometas dócilmente a dogma alguno. Es más te invitará a la reflexión y a que experimentes por ti mismo las verdades que ella pregona.
Se la llama también oculta, pero no por su secretismo, sino porque no basta con creer ciegamente, sino que hay que descubrir, indagar y experimentar directamente sus verdades. No le interesan las opiniones sino el conocimiento.
Se la llama también oculta, pero no por su secretismo, sino porque no basta con creer ciegamente, sino que hay que descubrir, indagar y experimentar directamente sus verdades. No le interesan las opiniones sino el conocimiento.
Las distintas religiones del mundo desde un punto de vista exotérico difieren mucho entre si, cada una con sus propios mitos. En cambio si se las ve del lado esotérico vemos un acuerdo en varios puntos; como por ejemplo en la naturaleza del alma, del espíritu y de la identidad suprema. Esto es lo que los eruditos denominan la unidad trascendente de las religiones del mundo, es decir, el núcleo esotérico que las unifica.
Lo cierto es que cada uno es muy libre de interpretar los mitos como le plazca, por ejemplo, como hace Joseph Campbell (con quién estoy de acuerdo), entender a los mitos como metáforas o alegorías de verdades trascendentes. Por ejemplo, interpretar el nacimiento virginal de Cristo como sinónimo de pureza; que Jesús obraba desde su verdadero Yo.
Pero el problema es que muchos de quienes creen ciegamente en los mitos, no suelen admitirlo así, y esto provoca las divisiones y conflictos religiosos ya conocidos. Cada uno cree ciegamente en su mito, en SU verdad.
Pero por otro lado, la creencia ciega literal del mito, muchas veces chocará de bruces con nuestra mente racional. Esta rechinará ante la mera mención de un posible nacimiento virginal por poner un ejemplo. No hay que ser adivino para imaginar la cara del marido, cuya mujer embarazada, le dijera: “Mi amor, estoy embarazada, pero no te preocupes, no me he acostado con ningún otro hombre. El verdadero padre de mi hijo es el espíritu santo.”
Sin embargo, muchas religiones, y desde sus mismas cúpulas intentan seguir manteniendo con uñas y dientes el mito literal, fomentando así las divisiones.
En si los mitos son importantes y no tienen nada de malo, el problema es la férrea aceptación del mismo de manera literal como verdad única, suprema e inviolable.
Distinto se da cuando un místico enfrenta a un mito. Este le dará un significado esotérico que no dependerá de un sistema de creencias externas, sino que su interpretación partirá de la sabiduría y de la experiencia directa y contemplativa de su ser.
Son justamente los místicos quienes sostienen que la esencia de su religión es en base, idéntica a cualquier otra religión mística, que recibe muchos nombres pero en realidad, todo es UNO.
Si bien los indios hopi tienen un sistema de mitos y leyendas y alrededor de ellos gira su sentir espiritual; podemos decir que son verdaderos místicos en su cosmovisión religiosa, ya que lo hacen desde un punto de vista holístico y no sectario y divisivo. Con un profundo respeto a las demás religiones, al ser y a la naturaleza.
El ser humano es UNO, más allá de diferencias o discrepancias de color o de credo.
Algún día...tal vez..........lleguemos a comprenderlo.
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